Si alguna vez soñaste con perderte en una ciudad que parece detenida en el tiempo, Cáceres es ese lugar. Situada en el corazón de Extremadura, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad es mucho más que un destino turístico; es un viaje al pasado, un paseo entre murallas, callejuelas empedradas y palacios que cuentan historias sin necesidad de palabras.
Desde que puse un pie en su casco antiguo, sentí que estaba entrando en otro siglo. La arquitectura medieval intacta, la ausencia de elementos modernos a simple vista, y la tranquilidad que envuelve sus calles hacen que cada rincón se sienta como parte de un cuento. Pero Cáceres no es solo historia: es cultura, es gastronomía, es vida. Es una ciudad que predomina por su casco antiguo y su encanto medieval, pero también hay que poner mucha atención en la oferta de restaurantes, que sorprende por su calidad y autenticidad.
Un paseo por el casco antiguo de Cáceres
La joya de Cáceres es sin duda su casco antiguo, un conjunto monumental que parece un plató cinematográfico pero real, habitado, vivo. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los mejor conservados de Europa.
Recorrerlo es caminar por siglos de historia superpuestos: del románico al gótico, pasando por el renacimiento y el barroco. Cada piedra, cada fachada de sus palacios, cada torre defensiva, evoca un pasado noble y de esplendor. Aquí se respira un aire distinto. No hay prisas. Uno se deja llevar por calles estrechas como la Cuesta de la Compañía o la Calle de los Condes, y en cada esquina hay un detalle que cautiva.
Una de las cosas que más me impactó fue cómo el entorno te atrapa. No hay cables visibles, los carteles modernos desaparecen, y todo está perfectamente integrado en el paisaje urbano. Puedes caminar durante horas sin darte cuenta del tiempo, y en cada paso sientes la historia viva de una ciudad que ha sabido proteger su legado.
La Plaza Mayor y sus alrededores: epicentro de historia y vida
La Plaza Mayor de Cáceres es el punto de partida perfecto para explorar la ciudad. A diferencia de muchas plazas mayores españolas que están rodeadas de bares modernos y tiendas genéricas, esta se mantiene fiel a su identidad. Aquí se combinan la vida local con el patrimonio, y es habitual ver eventos culturales, mercados artesanales y grupos de turistas que parten desde este punto.
Desde la plaza se accede directamente al Arco de la Estrella, la entrada más icónica al recinto amurallado. El contraste entre el bullicio de la plaza y la tranquilidad de lo que hay más allá del arco es parte del encanto de Cáceres. Aquí comencé mi recorrido por los secretos del casco antiguo, sin guía, solo con la curiosidad como brújula.
Al caer la tarde, la plaza cobra una nueva vida. Las luces cálidas realzan la belleza de las fachadas, y es fácil encontrar una terraza para tomar algo mientras contemplas la majestuosidad del entorno. Y sí, algunos de los mejores restaurantes de la ciudad están justo aquí. La oferta culinaria es tan rica como variada, y descubrí que incluso los locales más discretos pueden ofrecer auténticas joyas gastronómicas.
Los palacios e iglesias que narran siglos de historia
Uno de los grandes privilegios de visitar Cáceres es poder entrar en contacto con su historia nobiliaria. Esta ciudad fue durante siglos un lugar estratégico y de gran importancia, lo que explica la cantidad de palacios e iglesias que se conservan.
Destacan el Palacio de las Veletas, hoy convertido en museo, y el Palacio de los Golfines de Abajo, que aún mantiene mobiliario de época. No son solo edificios bonitos; son cápsulas del tiempo que permiten entender cómo vivía la aristocracia extremeña. La mezcla de estilos arquitectónicos también refleja la convivencia de culturas y épocas: gótico, renacentista, mudéjar… todo convive en armonía.
Entre las iglesias, la Concatedral de Santa María es imperdible. De estilo gótico, con una impresionante torre a la que se puede subir para obtener una de las mejores vistas del casco antiguo. Durante mi visita, una suave melodía de órgano acompañaba la entrada al templo, creando una atmósfera casi espiritual.
En esta parte de la ciudad es donde más sentí ese «encanto medieval» del que todos hablan. No es solo la estética, es la sensación de estar caminando entre siglos de historia, de poder tocar las piedras que han visto pasar a generaciones enteras.
Sabores de Cáceres: una oferta gastronómica para los sentidos
No se puede hablar de Cáceres sin detenerse en su gastronomía. La ciudad no solo conserva su patrimonio arquitectónico, sino también el culinario. Y créeme: comer en Cáceres es una experiencia que va más allá del paladar.
Hay que poner mucha atención en la oferta de restaurantes. Desde establecimientos con estrella Michelin hasta bares de tapas escondidos en callejuelas, hay opciones para todos los gustos. Probé platos tradicionales como la torta del Casar, el zorongollo o el cabrito al horno, cada uno con sabores intensos y recetas que se han transmitido de generación en generación.
Una de las experiencias más memorables fue en un restaurante situado en una antigua bodega del siglo XVI. Allí, entre muros de piedra y luz tenue, degusté un menú degustación que mezclaba innovación y tradición de una forma magistral. Cada plato era una sorpresa y un homenaje a los productos locales.
También hay mercados y tiendas gourmet donde puedes llevarte un pedazo de Cáceres a casa: embutidos ibéricos, quesos, aceite de oliva… El orgullo por lo autóctono se palpa en cada rincón gastronómico.
Qué ver en Cáceres: rincones imprescindibles
Aunque la ciudad invita a perderse sin rumbo fijo, hay algunos lugares que no puedes dejar fuera de tu itinerario:
- La Judería Vieja y Nueva: testimonios de la presencia judía antes de la expulsión.
- La Torre de Bujaco: símbolo defensivo y mirador privilegiado.
- El Foro de los Balbos y la Ermita de la Paz: combinación de historia y espiritualidad.
- La Cueva de Maltravieso: con pinturas rupestres que demuestran la presencia humana desde la prehistoria.
Todos estos lugares están conectados por un entramado urbano que te obliga a mirar hacia arriba, hacia los escudos nobiliarios, las gárgolas, los detalles escondidos. Cáceres no se descubre de golpe, se desvela poco a poco.